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Uno de los monitores nos habló allí de lo importante que fue Soria para Machado, ya que fue allí donde conoció a Leonor, chica de 15 años con quien se casó. Vivieron siempre en Soria, hasta que ella murió de tuberculosis tres años después de casarse. MAchado no pudo soportar vivir en Soria, porque todo le recordaba a Leonor, por lo que se mudó a Baeza. | Uno de los monitores nos habló allí de lo importante que fue Soria para Machado, ya que fue allí donde conoció a Leonor, chica de 15 años con quien se casó. Vivieron siempre en Soria, hasta que ella murió de tuberculosis tres años después de casarse. MAchado no pudo soportar vivir en Soria, porque todo le recordaba a Leonor, por lo que se mudó a Baeza. | ||
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En el mirador leímos algunos poemas escritos por Machado hablando de Soria, y también un romance del Duero escrito por Gerardo Diego. | En el mirador leímos algunos poemas escritos por Machado hablando de Soria, y también un romance del Duero escrito por Gerardo Diego. |
Revision as of 21:11, 17 April 2014
El Mirador de los Cuatro Vientos
Al llegar a Soria, visitamos el mirador de los Cuatro Vientos, desde el que teníamos una visión del Duero y de una gran parte de la ciudad. También pudimos entender allí por qué se le había dado ese nombre, ya que hacía muchísimo frío y, como podemos deducir por el nombre, mucho viento. Uno de los monitores nos habló allí de lo importante que fue Soria para Machado, ya que fue allí donde conoció a Leonor, chica de 15 años con quien se casó. Vivieron siempre en Soria, hasta que ella murió de tuberculosis tres años después de casarse. MAchado no pudo soportar vivir en Soria, porque todo le recordaba a Leonor, por lo que se mudó a Baeza.
Poemas
En el mirador leímos algunos poemas escritos por Machado hablando de Soria, y también un romance del Duero escrito por Gerardo Diego.
Romance del Río Duero
Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja;
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada.
Tú, viejo Duero, sonríes
entre tus barbas de plata,
moliendo con tus romances
las cosechas mal logradas.
Y entre los santos de piedra
y los álamos de magia
pasas llevando en tus ondas
palabras de amor, palabras.
Quién pudiera como tú,
a la vez quieto y en marcha,
cantar siempre el mismo verso
pero con distinta agua.
Río Duero, río Duero,
nadie a estar contigo baja,
ya nadie quiere atender
tu eterna estrofa olvidada,
sino los enamorados
que preguntan por sus almas
y siembran en tus espumas
palabras de amor, palabras.
Campos de Soria
VI
¡Soria fría, Soria pura,
cabeza de Extremadura,
con su castillo guerrero
arruinado, sobre el Duero;
con sus murallas roídas
y sus casas denegridas!
¡Muerta ciudad de señores
soldados o cazadores;
de portales con escudos
de cien linajes hidalgos,
y de famélicos galgos,
de galgos flacos y agudos,
que pululan
por las sórdidas callejas,
y a la medianoche ululan,
cuando graznan las cornejas!
¡Soria fría, la campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana
¡tan bella! bajo la luna.
VII
¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, obscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos de Soria
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!...
VIII
He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria —barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra—.
Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.
¡Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva!
IX
¡Oh, sí! Conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita.
Me habéis llegado al alma,
¿o acaso estabais en el fondo de ella?
¡Gentes del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de luz y de riqueza!